Primer impacto: el título me confunde, amor y erostismos; a pesar de ser un lugar común Efrén lo convierte en un juego de palabras en el que incluye sus iniciales. Y aunque amor y erotismo se confunden en sí mismos yo pienso en una traducción: amor y juegos amorosos; con un sentido sexual que apenas se sugiere. Y ese es el resultado de la exhibición, un juego apenas sugerido entre amor y sexo, más romántico que instintivo, más superficial que profundo… más bien, contenido.
Muchos años de constancia y coherencia con su trabajo han resultado en un material de gran madurez: técnicas depuradas, congruencias temáticas, disciplina, compromiso. Sobresale su calidad y eso lo distingue como uno de los artistas maduros más importantes del estado. Ya no es necesario analizar su trayectoria porque es un hombre con oficio, un artista que dedica su vida a la creación. Él se auto-nombra como un “artesano del color” en un acto de falsa modestia y la intención de obviar su humildad ante el trabajo artístico. Así lo entiendo porque Efrén es un hombre honesto que no tiene pretensiones soberbias, sin embargo, en este punto de su carrera ya no puede escaparse de la responsabilidad de ser un “artista” y actuar en consecuencia, se encuentra en un momento intelectual y material de gran productividad.
DEL COQUETEO AL COITO
Es un romántico incorruptible, tal vez lo que se esperaría de alguien de generaciones anteriores, que encuentra la representación amorosa en la rosa roja, la vela encendida y la copa de vino. Y así hizo la introducción a su exposición, además, con un montaje de presentación sobre el muro principal: una cama con sábanas rojas y lencería dispersa que suponían el amanecer de una noche de pasión exacerbada. Quizá demasiado posado aunque no por eso menos sugerente.
La obra se presentaba por sí misma, digamos que tenía escrito el nombre del autor por todos lados, y no de manera literal sino que Efrén tiene ya un estilo muy definido, identificable. Y me aventuro con esta afirmación tan peligrosa que puede tener doble significado separados por una línea muy delgada: primero, el artista a través de los años va encontrando un estilo, una forma de interpretar la realidad, su imaginación, sus deseos, un resultado que denota madurez cuando este artista nos enfrenta a su interpretación y nos muestra el mundo como nadie más podría hacerlo; el segundo significado sería “predecible”, es decir, que en lugar de que el proceso creativo evolucionó con los años simplemente encontró una fórmula de cierto éxito para la producción de su obra, y eso la hace identificable como “su estilo”. En Efrén, como en todos, la línea que separa ambos es delgada y en ocasiones coquetea con lo predecible, pisa la línea, parece que tropieza pero se mantiene; son la congruencia y honestidad las que soportan el grueso de su trabajo.
Es más bien del otro lado de lo predecible donde Efrén nos queda a deber. Esta sensualidad semi-explícita, tema primordial en la obra del autor, nos presenta siempre la mirada del otro punto de vista, la del voyeur que la disfruta pero no participa, esas imágenes que se antojan pervertidas pero contenidas, un artista que no termina de comprometerse con el tema.
Las esculturas estilizadas, bien pensadas, bien concluidas técnicamente, relacionadas unas con otras formando una serie que las fortalece, me dejan la sensación de que el autor no está diciéndome todo, que hay un poco más que no quiso decir; ¿será pudor, será temor al rechazo del público, será un dejo de moralina con la que la formación judeo-cristiana nos embarra a todos desde que nacemos en este país?
Para el público general su obra es seguramente impresionante, temas prohibidos, materiales perfectamente trabajados (ferro-cemento) y una presentación impecable. Pero los que percibimos la capacidad de Efrén nos sentimos un poco en deuda, no decepcionados porque su obra siempre deja una sensación de satisfacción, pero aún espero el momento en que la obra erótica de Efrén Olalde traspase sus propias limitaciones, llegue verdaderamente a sus últimas consecuencias y de una vez por todas pase del coqueteo ingenuo al coito desgarrado. Creo que Efrén puede darnos, además de candidez, pasión.
Por supuesto, es una recomendación total a enfrentarse a la obra de Efrén Olalde, para encontrar lo que está y lo que no está, para analizarse y volverla a ver, dejar pasar el tiempo, degustarla, digerirla, relacionarla con el resto de su trabajo. Un gusto que no cualquier artista puede darnos.
La Paz, Baja California Sur a 8 de julio de 2009
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