sábado, 2 de agosto de 2014

Evitar que anide de Daniel Amora



No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.

Leave no black plume as a token of that lie
thy soul hath spoken!
Leave my loneliness unbroken!
—quit the bust above my door!
Take thy beak from out my heart,
and take thy form from off my door!”
EAP

La poesía de todos los tiempos está llena de metáforas que tienen que ver con las aves, con su vuelo que representa libertad, sus plumas que son cobijo, sus cantos, sus colores, sus migraciones, sus nidos que son vientre y hogar. Y así como la filosofía es el génesis de la ciencia creo que la poesía lo es de las artes, porque es la herramienta básica de la transformación de los elementos conocidos en reinterpretaciones evolucionadas. De ella se desprenden ligas, similitudes y contrastes hacia el resto de las disciplinas, al final se ha formado una telaraña con cientos de intersecciones y esquinas. La música, por ejemplo, puede ser el sendero de la abstracción y la síntesis hasta sus últimas consecuencias; y eso lo conoce Daniel.

Algunos artistas aprovechan diferentes disciplinas con el afán de encontrar códigos propios, sistemas de signos que logren materializar sus interpretaciones del mundo, algunos de esos códigos llegan a ser agrupaciones complejas, como la ópera. Muchos otros artistas encuentran en una sola disciplina la semiótica necesaria, sin que esto signifique que no tengan la influencia y el soporte de otras artes.

Daniel camina sobre una vereda con muchas intersecciones. Mi primera imagen de él es la de un adolescente en la sección de metales de la Orquesta Sinfónica de la Escuela de Música. Casi una década después, ha viajado entre el diseño gráfico de la cultura popular, escenarios underground y algunos toques del glamur de las galerías. Daniel asimila la vida, y se nota: hay claridad en sus pensamientos.

El trabajo de Amora ha llegado a un punto de síntesis que pudiera aparentar simplicidad, el primer vistazo nos da un golpe de ingenuidad, pero no se va, se aferra; se siente como un rasguño suave. Hay una ambigüedad provocada que nos coloca frente a cada una de sus obras como si estuviéramos parados en una balanza con un pie a cada lado del fiel, son pequeños laberintos emocionales: no asiente, no niega, no tiene salida.

En una colección titulada “Evitar que anide”, la pieza más fuerte se llama “Anidando”. Es la pieza que rechaza y abarca todo, es la que quiere evitar que anides, anidando. Hay una especie de termoclina al sumergirnos en la obra, y la temperatura cambia bruscamente sin esperarlo. Es un perfil del que se desprende un ave, ¿o se será un ave de la que se desprende un rostro? Tiran en direcciones contrarias, ¿será que a toda acción corresponde una reacción pero en sentido contrario? ¿Son némesis o complemento? El autor no nos da respuestas arrogantes, nos plantea dudas, tal vez sus propias dudas que van tallando escenarios posibles en las placas.

Es así como el trabajo de Amora puede ser desequilibrante pero honesto. El cuerpo fuerte de su obra se sostiene en rostros, no retratos sino reinterpretaciones del autor que desentierra facciones y expresiones para construir rostros nostálgicos, otra vez ambiguos. Rostros con miradas verdaderas. Los cuervos revolotean en su mente, inteligentes, majestuosos e incisivos; les acomoda por ahí un nido vacío, símbolo de libertad o de abandono. Pero esas aves finalmente encuentran su sitio en un rostro.

En la pieza “Que no hable el ave”, ésta sustituye la boca en un rostro, ¿o sale de ella?, ¿o está atrapado por ella? Daniel sigue manipulando la imagen en dos direcciones y de esa forma nos repele y nos atrae, nos mantiene en el borde del muelle mientras el viento sopla. Entonces te miras en el espejo y te encuentras con un canto de libertad restringida, estoy diciendo “libertad” mientras la retengo, tengo un grito atrapado a punto de volar, mis palabras podrán atravesar este cielo, dejar atrás este mar y encontrar una cabeza para anidar. Mi voz podrá ser tan frágil como un ave pero podrá migrar al sur atravesando el continente.

No hay un arte más importante que otro, todos funcionan con códigos diferentes y no valen comparaciones para enaltecerlos. Sin embargo, en esa telaraña que es el arte actual y donde hay lazos ocultos y obvios en todos sentidos, podemos encontrar los caminos que marca una pieza de arte como si fuera un mapa genómico. Tal vez también hace falta que el espectador se comprometa un poco más y no espere mensajes banales, que exija ser desafiado, que exija estímulos inteligentes, y en esa medida será recompensado. Las piezas de artes visuales deben ser experimentadas con tiempo y calma para aprovechar todos sus nutrientes.
Yo aseguro que aquel que se dé tiempo para degustar la obra de Daniel Amora va a encontrar mucho más que grietas en una placa y tinta sobre el papel de algodón. Van a adentrarse filosóficamente en la búsqueda del sentido, en la introspección y las conexiones de su interior con las pasiones externas.

¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Tell me what thy lordly name is on the Night’s Plutonian shore!”
Quoth the Raven, “Nevermore.”
*
Citas de El Cuervo de Edgar Allan Poe, traducción de Julio Cortázar
Exposición en La Miserable
La Paz, Baja California Sur
Julio de 2014

Doce más una


Pocas cosas puedo agregar a la presentación que ya escribí para el libro, titulada: Esto no es una isla. Una referencia obvia a la obra de Magritte en la que se refuerza la afirmación negándola, y al tiempo que la confirmo la dejo en la ambigüedad. Porque aunque el aislamiento, o no, sigue siendo una directriz importante en el análisis de la cultura peninsular, a veces parece que este análisis sólo lo hacemos girar en sí mismo y caer en espiral.

Hay tantas cosas que hacen a Sudcalifornia la excepción de la regla. Se le considera en tantas ocasiones, cuando se le considera, como otro México, porque su historia moderna realmente alcanza apenas unos doscientos años. Y los intentos constantes por definir o analizar su cultura van dando tumbos como los de cierto laberinto. 

Yo he sido un migrante entre el norte y el centro y más de una vez me he topado con esa confusión de identidad por ignorancia, en ambas direcciones, un menosprecio que ahora siento desvanecerse poco a poco. Sin embargo, hay una frase que siempre se quedó dando vueltas en mi cabeza, girando. Sabes que hay algo escondido en ella que te hará encontrarle sentido, o como en este caso, encontrarle la ironía.

Dicha frase es: La cultura termina donde empieza la carne asada. Y nosotros aquí, en este borderline de la carne asada.

Vamos a obviar la confusión entre cultura y el desarrollo de las artes, las ciencias o ciertas actividades intelectuales que forman parte de ella, ya que cultura es todo el quehacer humano y, a manera de parábola evangélica, donde se reúnan dos en su nombre, ahí estará.

Hoy ofrezco dos argumentos reflexivos contra esa afirmación. Para empezar, de este lado del país, en este rincón del continente, existen algunas de las más antiguas expresiones humanas que pudieran relacionarse con las artes, incluso anteriores a la conocida como civilización madre de Mesoamérica. Y aunque los miles de años de vacío entre ellos y nosotros ya no nos conectan de ninguna manera con esos creadores, sí favorecen a la región en términos de registros arqueológicos.

Ahora viene mi segundo argumento. Existe la certeza de que el empleo del fuego fue un paso decisivo en la evolución de nuestros ancestros, debido a las ventajas que le otorgaba el manipularlo, desde la protección hasta la alimentación. Es ahí donde encaja una hipótesis que nos ayuda a refutar aquella idea. Dicha hipótesis afirma que la cocción de los alimentos pudo ser un factor determinante en el crecimiento del cerebro, ese tratamiento térmico facilita la digestión de muchos de los nutrientes de los vegetales pero principalmente de las proteínas de origen animal que favorecieron el crecimiento del órgano pensante. Por lo tanto, nos lleva a deducir que: La cultura empieza donde empieza la carne asada.

Dejando de lado los regionalismos que pueden separarnos la experiencia nos dice que sí existe un fortalecimiento de lazos entre individuos de una comunidad, se van creando tradiciones, costumbres, formas de ver la vida. Y esta antología es precisamente un vistazo a las interpretaciones de la vida sudcaliforniana.







La percepción cotidiana del arte está distorsionada, contaminada por otros aspectos que también la afectan pero que no la definen. Como resultado de la actividad humana el arte se desarrolla dentro de tres grandes campos, como dice Juan Acha: producción, distribución y consumo. Cada una afecta a las otras dos y las tres co-existen. Hay una liga débil e incierta que conecta al consumidor final de los productos culturales con su concepción, y una tensión en ambas direcciones. Hay toda una serie de factores laberínticos y actores complejos que intervienen en ese proceso. ¿Qué es el arte en cada época de la historia? 
 
Los artistas definen de formas muy diferentes sus pasiones, algunas de esas definiciones de creadores cercanos se me han quedado también dando vueltas en la mente. Hay para quienes el artista es historiador y visionario, que reinterpreta su pasado y proyecta hacia el futuro; hay para quienes el artista es el responsable social de ejercer la libertad; otros sienten que transcurren por una transformación mística y personal. 

Un poco de todo eso encontramos en SUDCALIFORMA, un evangelio apócrifo que nos muestra una pincelada por aquí, un cincelazo por allá, un golpe de luz más acá. Son estos DOCE MÁS UNA: doce artistas plásticos que cuentan historias personales y comunitarias, más una fotógrafa con un trabajo joven de gran madurez, una hija pródiga de Sudcalifornia. El trabajo de Elizabeth se ensalza a sí mismo al colocar en tremendos escaparates a los autores.

Al final, solamente estamos echando un vistazo a la estela que deja cada meteoro. El innegable poderoso trabajo de Carlos Olachea, a la altura de García Ponce aun con su corta vida. El trabajo maduro y enriquecido por la multidisciplina de Aníbal Angulo. Las imágenes inquietantes y contenidas de Efrén Olalde. El perturbador paisaje de la obra de Raúl Virgen que esconde un mundo antiguo a la vez que futurista. Las raíces y el salvajismo colorista de Francisco Merino. La dulzura voyerista escondida tras las vistas de Nora White. El mundo cotidiano en la perspectiva de verdades de Peter Cole. La pureza de las formas introspectivas en las piezas de Salvador Rocha. El oficio y la destreza inigualable en las reflexiones atemporales de Marina Verdugo. El peso filosófico en los volúmenes de piedra de Lila Magallón. Los cuestionamientos cándidos e incómodos de Julieta Sánchez-Hidalgo. La fuerza de las ideas sobre las líneas en la obra de Daniel Amora.

Hace pocas semanas cayó en mis manos, por extraños caminos desde la ciudad de México, una segunda edición de la Historia de Baja California de Pablo L. Martínez, de 1956. En la presentación del autor encontré unas palabras duras que tocaron algunas campanas en mi mente:

Pobre fue la California prehispánica, modestísima su vida colonial y triste hasta la amargura la mayor parte de la época independiente; mas, en medio de este ambiente mediocre una cosa resalta: su profundo, su innegable afán de ser mexicana. Esto basta, creo yo, para ennoblecer su pasado y para iluminar su porvenir.

Presentación del libro SUDCALIFORMA

Galería de Arte Carlos Olachea
La Paz, Baja California Sur, a 29 de mayo de 2014

Centro Cultural de España en México
México, D.F., a 22 de julio de 2014