No dejes
pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Leave no black
plume as a token of that lie
thy soul hath
spoken!
Leave my
loneliness unbroken!
—quit the bust
above my door!
Take thy beak from out my heart,
and take thy form from off my door!”
EAP
La poesía de todos los
tiempos está llena de metáforas que tienen que ver con las aves, con su vuelo
que representa libertad, sus plumas que son cobijo, sus cantos, sus colores,
sus migraciones, sus nidos que son vientre y hogar. Y así como la filosofía es
el génesis de la ciencia creo que la poesía lo es de las artes, porque es la
herramienta básica de la transformación de los elementos conocidos en reinterpretaciones
evolucionadas. De ella se desprenden ligas, similitudes y contrastes hacia el
resto de las disciplinas, al final se ha formado una telaraña con cientos de
intersecciones y esquinas. La música, por ejemplo, puede ser el sendero de la abstracción
y la síntesis hasta sus últimas consecuencias; y eso lo conoce Daniel.
Algunos artistas aprovechan diferentes
disciplinas con el afán de encontrar códigos propios, sistemas de signos que
logren materializar sus interpretaciones del mundo, algunos de esos códigos llegan
a ser agrupaciones complejas, como la ópera. Muchos otros artistas encuentran
en una sola disciplina la semiótica necesaria, sin que esto signifique que no
tengan la influencia y el soporte de otras artes.
Daniel camina sobre una vereda con
muchas intersecciones. Mi primera imagen de él es la de un adolescente en la
sección de metales de la Orquesta Sinfónica de la Escuela de Música. Casi una
década después, ha viajado entre el diseño gráfico de la cultura popular,
escenarios underground y algunos
toques del glamur de las galerías. Daniel asimila la vida, y se nota: hay
claridad en sus pensamientos.
El trabajo de Amora ha llegado a un
punto de síntesis que pudiera aparentar simplicidad, el primer vistazo nos da
un golpe de ingenuidad, pero no se va, se aferra; se siente como un rasguño
suave. Hay una ambigüedad provocada que nos coloca frente a cada una de sus
obras como si estuviéramos parados en una balanza con un pie a cada lado del
fiel, son pequeños laberintos emocionales: no asiente, no niega, no tiene
salida.
En una colección titulada “Evitar que
anide”, la pieza más fuerte se llama “Anidando”. Es la pieza que rechaza y abarca
todo, es la que quiere evitar que anides, anidando. Hay una especie de
termoclina al sumergirnos en la obra, y la temperatura cambia bruscamente sin
esperarlo. Es un perfil del que se desprende un ave, ¿o se será un ave de la
que se desprende un rostro? Tiran en direcciones contrarias, ¿será que a toda
acción corresponde una reacción pero en sentido contrario? ¿Son némesis o
complemento? El autor no nos da respuestas arrogantes, nos plantea dudas, tal
vez sus propias dudas que van tallando escenarios posibles en las placas.
Es así como el trabajo de Amora puede
ser desequilibrante pero honesto. El cuerpo fuerte de su obra se sostiene en
rostros, no retratos sino reinterpretaciones del autor que desentierra
facciones y expresiones para construir rostros nostálgicos, otra vez ambiguos.
Rostros con miradas verdaderas. Los cuervos revolotean en su mente,
inteligentes, majestuosos e incisivos; les acomoda por ahí un nido vacío,
símbolo de libertad o de abandono. Pero esas aves finalmente encuentran su
sitio en un rostro.
En la pieza “Que no hable el ave”, ésta sustituye la boca en un
rostro, ¿o sale de ella?, ¿o está atrapado por ella? Daniel sigue manipulando
la imagen en dos direcciones y de esa forma nos repele y nos atrae, nos
mantiene en el borde del muelle mientras el viento sopla. Entonces te miras en
el espejo y te encuentras con un canto de libertad restringida, estoy diciendo “libertad”
mientras la retengo, tengo un grito atrapado a punto de volar, mis palabras
podrán atravesar este cielo, dejar atrás este mar y encontrar una cabeza para
anidar. Mi voz podrá ser tan frágil como un ave pero podrá migrar al sur
atravesando el continente.
No hay un arte más importante que otro, todos funcionan con
códigos diferentes y no valen comparaciones para enaltecerlos. Sin embargo, en
esa telaraña que es el arte actual y donde hay lazos ocultos y obvios en todos
sentidos, podemos encontrar los caminos que marca una pieza de arte como si
fuera un mapa genómico. Tal vez también hace falta que el espectador se
comprometa un poco más y no espere mensajes banales, que exija ser desafiado,
que exija estímulos inteligentes, y en esa medida será recompensado. Las piezas
de artes visuales deben ser experimentadas con tiempo y calma para aprovechar
todos sus nutrientes.
Yo aseguro que aquel que se dé tiempo para degustar la obra de
Daniel Amora va a encontrar mucho más que grietas en una placa y tinta sobre el
papel de algodón. Van a adentrarse filosóficamente en la búsqueda del sentido,
en la introspección y las conexiones de su interior con las pasiones externas.
¡Dime cuál
es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”
Tell me what
thy lordly name is on the Night’s Plutonian shore!”
Quoth the Raven, “Nevermore.”
*
Citas de El Cuervo de Edgar Allan Poe, traducción de Julio
Cortázar
Exposición
en La Miserable
La
Paz, Baja California Sur
Julio
de 2014