domingo, 28 de agosto de 2011
Quiróphano de Aníbal Angulo
LOS PREOPERATORIOS
No es sólo el cambio de planos, es un viaje del frente al fondo en el espacio; es también entre tiempos, siglos y visiones. Estudios anatómicos bajo luz fluorescente, escalpelos de carboncillo y pigmentos intravenosos; intervenciones de los ejes cartesianos en viajes relativos del tiempo.
Angulo nos sorprende con un giro inesperado en su temática y técnica; aunque la sorpresa no es nueva en él, tampoco el trabajo madurado, un concepto elaborado sin prisas nacido de los estímulos inmediatos y su contemporaneidad. Nos tenía acostumbrados a los cuerpos capeados de arena, a los paisajes rocosos y las ballenas talladas de zinc y ácido; improntas naturales del entorno al que ninguno escapa, todos encuentran, pero no cualquiera interpreta.
Una de las maravillas al adentrarse en el trabajo actual de un artista de larga trayectoria, es que se sienten los años: las imágenes se sostienen sobre décadas de investigación visual, de experimentación, de aprendizaje continuo; los cuerpos en la anatomía interna, médicos fascinados por el funcionamiento de sus órganos y el artista extasiado en las formas y estímulos que delinean.
LA INTERVENCIÓN
El nacimiento de esta colección es por encargo, un encargo abierto a consideración del artista pero con un estímulo más o menos definido. Parte de una conmemoración especial del hospital más antiguo de Baja California Sur, México.
El anatomista y el artista pueden ser uno sólo, bien conocido es el quehacer de Leonardo Da Vinci, y que es la referencia más directa y explícita de la conjugación de ciencia y arte (así bien lo menciona Leonardo Varela en su presentación de la exposición). Este trabajo, Quiróphano, de Aníbal Angulo, trasciende ciertos límites y nos induce a la reflexión de la fuente y origen de los oficios del científico y el artista visual. Aníbal no es un médico, pero aborda el tema insertándose en una perspectiva interior, se incluye, y construye también, las ligas atemporales con tradiciones pictóricas donde el artista se asoma en el encuadre y se transforma en el observador que es observado. Aquellas piezas en las que incluso se caricaturiza como el ojo fisgón que aparece sobre el hombro del cirujano, agregan también el humor ácido del artista que no siempre está de manifiesto en su trabajo.
La personalidad auténticamente científica o creadora es aquella que no se circunscribe a los límites de ninguna especialización. Los artistas y los investigadores universales no separan su vida de su obra: viven y obran, viven e investigan, viven y producen. Y, aunque ellos mismos son incapaces de explicar cómo descubren o inventan, descubren o inventan debido a que construyen sin detenerse a pensar en ese cómo: no es su interés explicar la creación, la invención y el descubrimiento, sino crear, inventar y descubrir. (Fernando Zamora Águila. Imagen y Razón: los caminos de la creación artística)
¿Cuánto se habrá detenido Angulo a pensar sobre la relación entre la ciencia médica y las artes visuales? Al principio poco, seguramente. Cuando tiene las imágenes y se dispone a encontrarles salida, a vestirlas o desnudarlas para su presentación en sociedad, entonces es cuando ese bagaje, todo ese equipaje enciclopédico aparece y relaciona sus imágenes frescas con las de aquellos maestros que formaron los principios de la composición, la luz y los elementos en una imagen; esas imágenes, esos maestros, ya estaban en la mente de nuestro artista contemporáneo y quedaron intrínsecamente incluidas bajo una influencia inevitable en esas visiones bizarras del quirófano.
EL DIAGNÓSTICO
“La lección de anatomía del doctor Tulp” de 1632, fue el primer encargo oficial que recibió Rembrandt y que lo impulsó como el pintor más importante del momento en Amsterdam. Una imagen que es en sí misma una lección de composición, manejo de la luz y especialmente de El Retrato como tema, viaja por la mente de todos aquellos artistas visuales con formación. Precisamente el gremio médico hace este encargo a Rembrandt como ahora se le encarga a Angulo esta colección de imágenes. Esta relación, de ninguna manera es coincidencia, es también la habilidad de un artista para relacionar o intervenir piezas ajenas con las propias; reinterpretación de la imagen y el concepto. Por mucho, ésta es la imagen que define la colección.
LA TERAPIA ITNENSIVA
La mayoría de las imágenes de la colección se caracterizan por cierta pesadez visual, muchos elementos bien balanceados, escurrimientos de colores, transformaciones, contrastes, abstracciones, etcétera. Entre estas últimas, algunas imágenes casi sin presencia humana y como rompecabezas de elementos técnicos e instrumentos médicos y de quirófano, que van construyendo imágenes con susurros de cables y máquinas medidoras de impulsos humanos… de vida.
Esas piezas nos hacen una pausa abstracta para dejar un descanso a la mente envolviéndola en otra dinámica y tocándola con más delicadeza.
Sin embargo, conceptualmente Aníbal nos ataca con una imagen que trastorna, más simple, menos saturada de elementos, colores y formas; la llena, con la fuerza de un gotero, de símbolos que sirven de eje para una gran rueda de la fortuna de interpretaciones: el Cristo muerto sobre la mesa del quirófano.
La obra original pertenece a Hans Holbein, un alemán de principios del siglo XVI (la obra es del año de 1521) y representa al Cristo muerto que yace sobre una plancha de madera cubierta con un manto blanco, otro manto le cubre la cadera y el sexo, sus músculos se ven tensos y sus articulaciones resaltadas. Un cuerpo que se ve fuerte pero estropeado, con los ojos abiertos y dudosos entre la vida y la muerte, la boca como en el momento de la última expiración; no termina y no deja aún ese espacio al vacío que lo espera.
Todos conocemos la agonía y el final de Cristo según la creencia popular, y que nada podría evitarle la muerte ya que estropearía su plan de resurrección. Aníbal traspasa este Cristo a la mesa de operaciones, en una escena que parece el final de una intervención fallida, un cuerpo agredido y abandonado que se desprende de sí mismo, se abandona ante la indiferencia o el lamento de un médico aún ataviado con sus ropas de cirujano. La luz de las lámparas parece absorber al moribundo mientras su pecho se encorva bajo esa atracción. Está solo, abandonado, ante una muerte inevitable y ante el espacio vacío.
EL ALTA
¿Qué sería del arte si no nos transportara a otros estados mentales, si no nos tocara en todos los sentidos y en todos los humores, qué sería si no encontráramos en él nuestros demonios y nuestras benditas faltas, si no lo tuviéramos de asidera y de grillete para llegar al lugar donde finalmente nos reconozcamos?
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