Mi primer encuentro con Fabián fue hace ya muchos años cuando por primera vez, siendo un adolescente, lo llevó su padre a la Casa de la Cultura para inscribirlo en el taller del Profesor Armando Manríquez. Casualmente estaba ahí y presencié ese encuentro, escuché con mucho agrado como sus padres impulsaban su interés por el arte de forma seria, una ventaja con la que no muchos artistas han contado; un gran inicio ya que por el taller del Profesor Manríquez han pasado muchos de los artistas visuales de este Estado.
Pasó el tiempo y por otra casualidad, o causalidad, he fotografiado gran parte de la obra de Fabián para sus archivos. Y aunque éste ha sido un ejercicio más bien contemplativo, a la larga en mi cerebro funciona como una base de datos interesante para un análisis con bases firmes. Diez años después de esos primeros encuentros con un artista adolescente y emergente me encuentro ahora, nos encontramos, con una especie de síntesis de trabajo en una década, con un creador que ahora, a sus veintisiete años, ha superado la primera etapa de búsqueda puberta para situarse ahora en una encrucijada vital para su carrera.
DE CONTRADICCIONES PARADISÍACAS
El trabajo de Muhlia está lleno de color, de fuerza en el trazo, de tintas directas y pigmentos que brincan fuera del lienzo. Encontramos en sus cuadros reminiscencias obvias de las vanguardias, aquellos movimientos que representaron la ruptura primordial para el arte moderno: algunos manchones impresionistas como nenúfares tropicales, grandes plastas de color sintetistas, figuras delineadas de corte primitivo, referencias cubistas con cierto tono de ilustración de estilo, títulos rimbombantes escondidos en surrealismo; en fin, no queda duda de la influencia del libro de texto, de su interés temprano por aquellos pintores que han transformado el arte. Pero precisamente, aún no cruza el umbral entre el ejercicio de clase, la lección del maestro, para llegar a una tesis propia.
Es difícil encontrar en la obra de Fabián un sentido más allá de la mera forma, el color directo del tubo, la textura. Pareciera que ha tomado sus influencias aún sin digerirlas. El uso de los planos de color y los pigmentos directos de los expresionistas tuvieron un proceso de evolución y no es posible tomar de referencia el mero resultado, es decir, aprender de los artistas consagrados no significa retomar los estilos que los hicieron famosos, sino encontrar la raíz. Es necesario profundizar en los procesos, en los motivos y razones, aprender los códigos, descifrarlos, desmembrarlos y tomar lo que nos es útil; partir de un momento histórico propio.
La obra de Fabián está llena de juventud pero carece de profundidad. Esto no es precisamente un defecto sino una falta de madurez, es por eso que a los 27 años está en esa encrucijada en la que aún puede regresar al auto-análisis y reestructurar su proceso creativo. En primer lugar el artista debe tener algo que decir, una necesidad de expresión primigenia que lo impulse; aún no alcanzo a entender lo que Muhlia quiere decir, no se lee en sus pinturas. Y estoy seguro que debe haber algo porque conozco su pasión por pintar, porque esa es su ventana al mundo.
Hay muchas cosas a su favor y muchos indicadores de que puede ser un creador prolífico. Tiene oficio, su vida gira alrededor de su pintura pero tal vez se ha perdido un tanto en la forma y se desvanece el fondo, corre el peligro de volverse decorativo.
Su grabado nos indica otra dirección, parece que al despojarlo del color, de la pintura matérica, Fabián se concentra en la estructura de su código. Desafortunadamente sólo encontramos tres piezas pero esperamos ver muchas más en el futuro.
LA EXPULSIÓN DEL PARAISO
El arte actual es una síntesis de los últimos 140 años, básicamente de la historia de la rebeldía y la búsqueda: de las vanguardias al surrealismo a la ruptura moderna de medio siglo, al posmoderno, al conceptual, al contemporáneo… Un proceso de evolución que atraviesa por crisis que provocan el cambio, que son reseña y visión de un momento histórico, experimentos con los que el artista busca encontrar sentido a la vida. Entre estos ensayos están por ejemplo el arte objeto, ready made, body paint, performance e instalación. Algunos de estos se transforman y avanzan hasta encontrar un puesto sólido, convertirse en técnicas que embonan y favorecen la expresión de ciertos artistas en ciertos tiempos y espacios. Pero son tentaciones peligrosas que pueden tomarse muy a la ligera.
Muhlia nos presenta por primera vez, en un foro de esta importancia, instalaciones bien intencionadas en las que se aprecia una búsqueda de concepto pero no se logra. Él las presenta como instalaciones aunque son más bien piezas tridimensionales ya que no tienen una relación con el espacio. Es una buena noticia saber que está abierto a experimentar con otras técnicas, en otras dimensiones, girar en otro sentido; eso abrirá su visión y beneficiará sobre todo a su pintura.
Finalmente, la obra de Fabián Muhlia siempre será una exposición a los sentidos. Seguramente podemos esperar de él una evolución que para su segunda década creadora nos sorprenderá con la madurez que sólo se obtiene de la disciplina y el oficio.
La Paz, B.C.S. a 19 de julio de 2009