viernes, 22 de enero de 2016

Tendiendo redes de Alejandro Rivas


Mar adentro en la sangre,
adentro de la piel.
Perfumada marea,
veneno y sangre.
Aguja de cristal
en la boca salada.
Marea de piel y sangre,
marea de sal.
Efraín Huerta

En la introducción de un libro de Time-Life sobre fotoperiodismo, los editores escriben sobre Alfred Eisenstaedt y lo toman como ejemplo para describir el oficio del fotógrafo documental, y concluyen con las siguientes instrucciones:

Primero, cargue una cámara. Segundo, vaya a donde está al acción. Tercero, en lugar de hacer fotografías individuales trate de adelantarse a los acontecimientos y contar historias. Y por último, sea crítico e implacable en su selección. El fotógrafo que hace esto, está haciendo fotoperiodismo, aunque no lo sepa.

Así, Alejandro, tomó su cámara, fue al lugar de la acción, se preocupó por contar una historia y fue crítico e implacable hasta el hartazgo con su selección. Yo añadiría un último punto a esas instrucciones: repita los pasos hasta ver su trabajo publicado, y entonces, vuelva a empezar. El trabajo creativo no tiene final, solamente pausas, pequeños triunfos que liberan el campo para un nuevo proyecto.

Alejandro Rivas comenzó su verdadera etapa de trabajo personal cuando llegó a La Paz. Como muchos otros, desde hace siglos, se reinventó bajo el cielo más azul del país. El amor a primera vista es una ilusión, el amor se logra con tiempo, pero el enamoramiento, esa química que explota, es lo que ató a este fotógrafo con la costa sudcaliforniana; se sospecha que comió ciruelas del Mogote.

Con la experimentación, Rivas ha hecho el trabajo que hicieron los pioneros y creadores de la etnografía. Dice Bourdieu que el etnógrafo encara una multiplicidad de estructuras conceptuales complejas, superpuestas, enlazadas entre sí, al mismo tiempo extrañas o irregulares; debe primero asimilarlas para poder explicarlas después. Alejandro se movió entusiasmado por la belleza del paisaje, pero intrigado por las artes de pesca, y se topó con esas estructuras culturales que forman una red más compleja que lo que se puede encontrar en una simple visita a un campo pesquero: las ligas familiares y generacionales, el impacto hacia y desde el medio ambiente, la abrumadora mancha urbana, la migración y los retornos. Es entonces cuando empieza a formarse el verdadero discurso.

Ya que arte y ciencia no son ajenos, y aunque el fotógrafo no lo tenga consciente, fue esta suerte de pensamiento crítico lo que le dio forma a un proyecto real. Hubo nuevos significados, códigos desconocidos, fue como aprender una lengua nueva sin maestro, a golpe de conversaciones. En el momento en que Alejandro cuestiona su propio trabajo y la forma en que éste se incluye en ese mundo que empieza a conocer, se formula una hipótesis, profundiza, averigua, y retoma el trabajo con otra metodología.

¿Por qué esta tesis que nos muestra Alejandro es tan válida, si hoy cualquiera puede hacer fotografía? Y lo respondo adaptando un argumento de Cliford Geertz, un filósofo norteamericano: para hacer fotografía se necesitan destreza, habilidad, una cámara, luz, conocer la teoría, ver, hacer clic… pero ninguna de esas cosas es “hacer fotografía”.

La fotografía, como todas las artes, es un fenómeno de comunicación: hay una acción deliberada, dirigida a alguien y transmite un mensaje de conformidad con un código. Por eso casi todos aprendemos a escribir, pero muy pocos son capaces de crear una novela; esparcir pintura no es pintar, golpear las teclas de un piano no es componer; hacer clic no es hacer fotografía. Alejandro ha madurado un oficio aprendiendo con humildad pero realizando con asertividad.

Según el ángulo desde donde se vea, el arte es reflejo o es mediación, nos encontramos en él o nos conecta con otros. Rivas se filtró en un mundo ajeno para intentar comunicar desde adentro con una mirada externa. Este encuentro da como resultado un producto multicultural, y en la medida que es tan local, es universal. Al ver a los pescadores de Tendiendo redes pienso en una reseña escrita sobre Spanish Village, un ensayo fotográfico de Eugene Smith, que dice: los aldeanos de Smith, en estas extraordinarias imágenes, son claramente individuos, sin embargo, son más que eso; representan a la humanidad – a la más apegada a la tierra y pura, como arquetipos de todos nosotros.

Alejandro nos presenta ahora estas imágenes que son su interpretación de la vida de los pescadores. Un ensayo, ya que es una opinión informada pero subjetiva. Porque no existe tal cosa como fotografía objetiva, todo depende de aquel que está detrás de la cámara, son sus decisiones las que forman la imagen. Pero esta condición no las demerita sino que las fortalece. No son datos duros, gráficas y números, sino rostros curtidos de sol, manos barnizadas de agua salada, miradas de horizonte y niebla. Alejandro les ha creado un álbum familiar que trasciende generaciones.

Una red es una estructura definida que une elementos lejanos, interconecta diferentes puntos en el tiempo y en el espacio, crea nodos donde se intersectan las relaciones. Una red sirve para atrapar unas cosas y dejar pasar otras, es selectiva. Tendiendo redes es también un puente sin peaje, un puente que solamente Rivas pudo haber construido, habrá otros, pero este es suyo. A lo largo de una década no solamente ha logrado una conexión con un grupo humano que le era ajeno, también ha encontrado un estilo, una estética visual que comunica con eficiencia. Y la originalidad del estilo radica - dice Roberto Zavala - de modo casi exclusivo, en la sinceridad.

Es así que este trabajo se sostiene por sí mismo porque es ante todo, como su autor, honesto. Nada agradezco más en el arte que un trabajo auténtico y congruente. La fotografía de autor debe ser eso, un artista que le va la vida en su trabajo. Y así lo hemos atestiguado con la fotografía documental y el fotoperiodismo en México, sin el cual, nuestro país no se entendería igual. Sin Héctor García, Nacho López, Mariana Yampolsky o Graciela Iturbide, nuestro país no se entendería igual. Sin Robert Capa, la guerra no se entendería igual; sin Dorotea Lange, Estados Unidos no podría entenderse igual.

Tendiendo redes es un documento etnográfico y una pieza de arte sin el cual no terminaríamos de entender nuestro entorno. Como todos los libros, es una pieza en sí mismo, cada imagen, individualmente, tiene un contenido, pero la obra completa tiene otra narrativa. Es uno de esos casos en que el todo es más que la suma de sus partes.


Hay un amanecer descuidado
que rebota en resaca y espuma
no tienes honor, viento
sólo una estaca en el corazón salado
y cientos de cantos de sirena desnuda


Fernando Sánchez Bernal
Galería de Arte Carlos Olachea

La Paz, B.C.S.  a 23 de octubre de 2015