Mar
adentro en la sangre,
adentro de la piel.
Perfumada marea,
veneno y sangre.
adentro de la piel.
Perfumada marea,
veneno y sangre.
Aguja
de cristal
en la boca salada.
Marea de piel y sangre,
marea de sal.
en la boca salada.
Marea de piel y sangre,
marea de sal.
Efraín Huerta
En la introducción de un
libro de Time-Life sobre fotoperiodismo, los editores escriben sobre Alfred
Eisenstaedt y lo toman como ejemplo para describir el oficio del fotógrafo
documental, y concluyen con las siguientes instrucciones:
Primero, cargue una cámara. Segundo, vaya a donde
está al acción. Tercero, en lugar de hacer fotografías individuales trate de
adelantarse a los acontecimientos y contar historias. Y por último, sea crítico
e implacable en su selección. El fotógrafo que hace esto, está haciendo
fotoperiodismo, aunque no lo sepa.
Así, Alejandro, tomó su
cámara, fue al lugar de la acción, se preocupó por contar una historia y fue
crítico e implacable hasta el hartazgo con su selección. Yo añadiría un último
punto a esas instrucciones: repita los pasos hasta ver su trabajo publicado, y
entonces, vuelva a empezar. El trabajo creativo no tiene final, solamente
pausas, pequeños triunfos que liberan el campo para un nuevo proyecto.
Alejandro Rivas comenzó su
verdadera etapa de trabajo personal cuando llegó a La Paz. Como muchos otros, desde
hace siglos, se reinventó bajo el cielo más azul del país. El amor a primera
vista es una ilusión, el amor se logra con tiempo, pero el enamoramiento, esa
química que explota, es lo que ató a este fotógrafo con la costa
sudcaliforniana; se sospecha que comió ciruelas del Mogote.
Con la experimentación, Rivas
ha hecho el trabajo que hicieron los pioneros y creadores de la etnografía. Dice
Bourdieu que el etnógrafo encara una multiplicidad de estructuras conceptuales
complejas, superpuestas, enlazadas entre sí, al mismo tiempo extrañas o
irregulares; debe primero asimilarlas para poder explicarlas después. Alejandro
se movió entusiasmado por la belleza del paisaje, pero intrigado por las artes
de pesca, y se topó con esas estructuras culturales que forman una red más
compleja que lo que se puede encontrar en una simple visita a un campo
pesquero: las ligas familiares y generacionales, el impacto hacia y desde el
medio ambiente, la abrumadora mancha urbana, la migración y los retornos. Es
entonces cuando empieza a formarse el verdadero discurso.
Ya que arte y ciencia no son
ajenos, y aunque el fotógrafo no lo tenga consciente, fue esta suerte de pensamiento
crítico lo que le dio forma a un proyecto real. Hubo nuevos significados, códigos
desconocidos, fue como aprender una lengua nueva sin maestro, a golpe de
conversaciones. En el momento en que Alejandro cuestiona su propio trabajo y la
forma en que éste se incluye en ese mundo que empieza a conocer, se formula una
hipótesis, profundiza, averigua, y retoma el trabajo con otra metodología.
¿Por qué esta tesis que nos
muestra Alejandro es tan válida, si hoy cualquiera puede hacer fotografía? Y lo
respondo adaptando un argumento de Cliford Geertz, un filósofo norteamericano:
para hacer fotografía se necesitan destreza, habilidad, una cámara, luz,
conocer la teoría, ver, hacer clic… pero ninguna de esas cosas es “hacer
fotografía”.
La fotografía, como todas las
artes, es un fenómeno de comunicación: hay una acción deliberada, dirigida a
alguien y transmite un mensaje de conformidad con un código. Por eso casi todos
aprendemos a escribir, pero muy pocos son capaces de crear una novela; esparcir
pintura no es pintar, golpear las teclas de un piano no es componer; hacer clic
no es hacer fotografía. Alejandro ha madurado un oficio aprendiendo con
humildad pero realizando con asertividad.
Según el ángulo desde donde
se vea, el arte es reflejo o es mediación, nos encontramos en él o nos conecta
con otros. Rivas se filtró en un mundo ajeno para intentar comunicar desde
adentro con una mirada externa. Este encuentro da como resultado un producto
multicultural, y en la medida que es tan local, es universal. Al ver a los
pescadores de Tendiendo redes pienso
en una reseña escrita sobre Spanish
Village, un ensayo fotográfico de Eugene Smith, que dice: los aldeanos de Smith, en estas
extraordinarias imágenes, son claramente individuos, sin embargo, son más que
eso; representan a la humanidad – a la más apegada a la tierra y pura, como
arquetipos de todos nosotros.
Alejandro nos presenta ahora
estas imágenes que son su interpretación de la vida de los pescadores. Un
ensayo, ya que es una opinión informada pero subjetiva. Porque no existe tal
cosa como fotografía objetiva, todo depende de aquel que está detrás de la
cámara, son sus decisiones las que forman la imagen. Pero esta condición no las
demerita sino que las fortalece. No son datos duros, gráficas y números, sino
rostros curtidos de sol, manos barnizadas de agua salada, miradas de horizonte
y niebla. Alejandro les ha creado un álbum familiar que trasciende
generaciones.
Una red es una estructura
definida que une elementos lejanos, interconecta diferentes puntos en el tiempo
y en el espacio, crea nodos donde se intersectan las relaciones. Una red sirve
para atrapar unas cosas y dejar pasar otras, es selectiva. Tendiendo redes es también un puente sin peaje, un puente que
solamente Rivas pudo haber construido, habrá otros, pero este es suyo. A lo
largo de una década no solamente ha logrado una conexión con un grupo humano
que le era ajeno, también ha encontrado un estilo, una estética visual que
comunica con eficiencia. Y la
originalidad del estilo radica - dice Roberto Zavala - de modo casi exclusivo, en la sinceridad.
Es así que este trabajo se
sostiene por sí mismo porque es ante todo, como su autor, honesto. Nada agradezco
más en el arte que un trabajo auténtico y congruente. La fotografía de autor
debe ser eso, un artista que le va la vida en su trabajo. Y así lo hemos
atestiguado con la fotografía documental y el fotoperiodismo en México, sin el
cual, nuestro país no se entendería igual. Sin Héctor García, Nacho López,
Mariana Yampolsky o Graciela Iturbide, nuestro país no se entendería igual. Sin
Robert Capa, la guerra no se entendería igual; sin Dorotea Lange, Estados
Unidos no podría entenderse igual.
Tendiendo redes es un
documento etnográfico y una pieza de arte sin el cual no terminaríamos de
entender nuestro entorno. Como todos los libros, es una pieza en sí mismo, cada
imagen, individualmente, tiene un contenido, pero la obra completa tiene otra
narrativa. Es uno de esos casos en que el todo es más que la suma de sus
partes.
Hay un
amanecer descuidado
que rebota
en resaca y espuma
no tienes
honor, viento
sólo una
estaca en el corazón salado
y cientos de
cantos de sirena desnuda
Fernando Sánchez Bernal
Galería de Arte Carlos Olachea
La Paz, B.C.S.
a 23 de octubre de 2015